En una isla del archipiélago de Recherche, al suroeste de Australia, el alga 'Dunaliella salina' provoca que las aguas del lago Pink se tiñan de color rosa. La alta cantidad de betacaroteno es la responsable de la coloración de esta masa de agua salada. Parece salida de un cuadro de Warhol.
Algo similar ocurre con un arroyo en la costa sur de Islandia. Los tonos rojizos y anaranjados del cauce se deben a un alto contenido de óxido de hierro. Esta imagen podría ser el 'graffiti' en el muro de una ciudad.
Cráter volcánico de las Montañas del Fuego, en Lanzarote. (Foto: Klaus D. Francke / Lumwerg)
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La editorial Lunwerg publica 'La Tierra como Arte', una selección de fotografías aéreas de Klaus D. Francke. Sus instantáneas reflejan la Naturaleza convertida en Arte como masas de color donde el accidente geográfico impone su trazo. Es un mundo insondable y extraño que parece propio de la imaginería del arte no figurativo. Contemplar el libro puede recordar a una historia de la pintura abstracta mientras que a un científico le vendrán a la memoria los procesos geológicos del Globo Terrestre.
Una de las cualidades de la fotografía tomada desde el cielo consiste en la desintegración del espacio, decían en 1929 los futuristas italianos en su manifiesto de la Aeropittura. Decían haber encontrado una ‘espiritualidad plástica extraterrestre’.
En el caso de Francke, ante la ausencia de referentes, lo microscópico y lo colosal se confunden en el objeto representado. Como si la naturaleza reprodujera los objetos en dos tamaños distintos. Un formato para la perspectiva del microscopio y otro para la fotografía desde el aire. Es por ello que una cuenca de lodo en la selva de Kalgoorlie, en Australia, tome la forma de una mitocondria. También en las Antípodas, las estructuras fluviales de un río parecen coincidir con unos capilares sanguíneos.
«El mayor consuelo de las imágenes aéreas de Francke es que también nos muestran lo poco que ha podido el hombre, a fin de cuentas, destrozar la Tierra. Mirando desde arriba no son más que arañazos», reza la introducción del libro advirtiendo contra un posible desgarro en el futuro. La línea recta aflora únicamente en el capítulo dedicado a la acción del hombre, donde las ruinas de una fortificación parecen más los caracteres de un alfabeto olvidado. Ahora la Tierra se asemeja a Piet Mondrian y no a Jackson Pollock.
Esta antología de Klaus D. Francke llevada a cabo por Lunwerg presenta la Tierra desde un ángulo distinto al meramente científico. Es la búsqueda del accidente geográfico como obra de arte. En esta apreciación la única diferencia entre Tierra y Arte parece encontrarse en la autoría de las obras. En un caso es la Naturaleza y en otro el Hombre. Dos tamaños distintos en busca de la belleza.
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