En un informe sobre su investigación publicado hoy por la revista "Atmospheric Environment", los científicos señalan que ese efecto de los contaminantes explicaría la reducción en las poblaciones de insectos polinizantes, que se alimentan del néctar de las flores, en varias partes del mundo.
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Esa reducción comenzó a afectar desde hace algunos años principalmente a las abejas, los abejorros y las mariposas, según otros estudios.
"Las moléculas aromáticas que producían las flores en un ambiente menos contaminado, como hace un siglo, podían extenderse a unos mil o 1.200 metros" de su fuente, señaló José Fuentes, profesor de ciencias ambientales de la Universidad de Virginia.
"Sin embargo, en el ambiente contaminado de las grandes ciudades, solo pueden extenderse no más allá de 200 ó 300 metros", manifestó.
Agregó que "esto hace que los insectos encargados de la polinización tengan cada vez más dificultades para ubicar las flores".
El resultado es un círculo vicioso en el que los polinizantes luchan por encontrar alimento para mantener su población.
Al mismo tiempo, las plantas que florecen no consiguen la polinización que necesitan para reproducirse y diversificarse, indica el estudio.
Los científicos crearon un modelo matemático para determinar el desplazamiento del aroma de las flores con el viento.
Según manifiestan en su informe, las moléculas aromáticas de las flores son muy volátiles y se fusionan rápidamente con los contaminantes.
Esto significa que en vez de desplazarse intactas sobre largas distancias, su aroma se altera y transforma su esencia, agregan.
El experimento demostró que la contaminación aérea destruye el aroma de las flores en alrededor de un 90 por ciento en comparación con los períodos anteriores a los automóviles y la industria pesada, indicó Fuentes.
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