El Gobierno alemán ha dado el visto bueno a una misión científica cuyo objetivo es fertilizar el mar con hierro para que prolifere el fitoplancton (algas microscópicas) y, de este modo, aumente la absorción de dióxido de carbono (CO2). Científicos y ecologistas han rechazado esta medida porque dicen que su eficacia es escasa y puede generar peligrosos efectos secundarios.
La decisión ha sido adoptada tras un debate entre los ministerios de Medio Ambiente y de Investigación. El primero estaba en contra por estimar que el experimento contradecía una moratoria sobre fertilización artificial de los océanos aprobada por la Conferencia de la ONU sobre Biodiversidad celebrada en Bonn.
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El Instituto de Investigación Polar alemán Alfred Wegener consideró, sin embargo, que la convención de la ONU comprendía una cláusula según la cual la moratoria no afecta a las "investigaciones científicas a pequeña escala", como es el caso.
El plan prevé echar seis toneladas de hierro en zonas del Atlántico sur sobre una extensión total de 300 kilómetros cuadrados. El buque "Polarstern", del citado instituto, será el encargado de desarrollar el experimento. Durante las dos primeras semanas, el buque, que zarpó el pasado 7 de enero con 48 científicos a bordo y que terminará su misión el 17 de marzo en Punta Arenas (Chile), identificará las zonas en las que será vertido el hierro para favorecer el desarrollo del fitoplancton.
Algunas asociaciones científicas y ecologistas han rechazado el proyecto basándose en las conclusiones de un estudio publicado en abril de 2007 en la revista "Nature", que revelaba los resultados de un extenso programa llevado a cabo alrededor de las islas Kerguelen.
Este trabajo determinó que echar hierro en el mar sería de 10 a 100 veces menos eficaz que el proceso natural, y que el 90% del hierro esparcido se perdería en el océano. Asimismo, muchos expertos temen que los efectos secundarios de esta práctica sean peligrosos.
El hierro se vierte en forma de nanopartículas, por lo que el impacto sobre los ecosistemas es imprevisible. Cabe la posibilidad, según algunos especialistas, de que se produjera una reacción química que generara protóxido de nitrógeno (N2O), un gas de efecto invernadero más potente que el CO2.
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